lunes, 10 de agosto de 2009

Crónicas desde la Alfalfa

Era una noche a finales de junio o principios de julio, cuando en Sevilla no habían todavía encendido el calentador a tope. Estabamos el buti y yo tomándonos unas copitas, sentados en un escalón al lado del Berlín y construyendo un canuto. La poli llegó de repente, por la izquierda, desde la calle que da a la alfalfa, y casi nos dio un susto, aunque todo quedó en amago. Nosotros seguimos a lo nuestro y poco después un grupo de tres chicas apareció desde la esquina de la derecha. Eran jóvenes, guapas, estaban algo borrachillas y cargaban con prisas, medio corriendo, las bolsas de la botellona. Justo detrás aparecieron los mismos polis en moto. Las perseguían. Las chicas intentaron esconder o desentenderse del lote dejándolo junto a la pared enfrente de nosotros, pero ya era tarde, los polis las pillaron y el alcohol no las dejó disimular. Los polis apagaron las motos y se bajaron. Las chicas, todavía algo nerviosas, empezaron a poner caritas a los polis. Uno de estos les soltó: "¿Sabéis que está prohibido beber en la calle?", "Sí ya... pero es que no estábamos haciendo mucho ruido...". El poli esperaba a que terminaran con la excusa, "…además, es que hemos terminado los exámenes y es que en los bares están las copas muy caras…". El poli dijo algo que no entendí y les cogió la botella. Creo que era de ron Negrita. A partir de ahí no me enteré de más nada, la historia sigue con lo que vi: el poli tenía la botella en la mano, leyó la etiqueta, o hizo como que la leía, y acto seguido devolvió el licor a una de las chicas y les dedicó unas palabras en plan “anda, irse de por aquí cerca”. Las chicas suspiraron y le llenaron los oídos de gracias. Los polis se marcharon en sus motos y las chicas con su botella, así terminó la escena, y buti y yo, espectadores, nos miramos sorprendidos por el fin de la función.

Moraleja: no todos somos iguales ante la ley.

2 comentarios:

  1. Jejeje la ley no es igual para todos, podeis dar gracias de que no os vieran.

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  2. Qué rabia, de verdad. Claro que en esa tesitura, me alegraría de ser tía... pero luego me darían remordimientos de conciencia.

    Juan, me encanta como redactas.

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