COMO CONOCÍ A GOG
Me avergüenza decir dónde conocí a Gog; en un manicomio particular.
Fui allí con objeto de hacer compañía a un joven poeta dálmata, a quien la pasión desesperada por una sombra —la amada era una «reina de la pantalla» y únicamente en la pantalla le había sonreído— condenaba al delirio. Como ordinariamente estaba tranquilo, eI director de aquella casa para locos pensionistas —enano de estatura, pero elegante por su carnosidad— nos permitía estar juntos en el jardín. Aquí y allá, a la sombra de los cedros y de los castaños de Indias, había mesas redondas de hierro y sillas, como en los cafés. Enfermeros pálidos, vestidos de blanco, transcurrían por los paseos, disimulando su vigilancia.
(Giovanni Papini)
Gog no es un gran libro. Está en las antípodas de los best-sellers; es difícil encontrarlo en librerías. Estilísticamente no pasa del montón, está formado por pequeños relatos, recortes de la experiencia vital de Gog, y la historia no es brillante. Pero lo bueno de Gog es que conocerlo te hace pensar. Espero que a alguien le pique el gusanillo de leer el siguiente párrafo.
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