Aquí os dejo algunas reflexiones sobre la propaganda de un tipo que sabía bastante del tema. Como casi todo en la Historia, estas ideas también podrían reutilizarse para analizar desde otro punto de vista la política del presente.
Toda propaganda debe ser popular, adoptando su nivel intelectual a la capacidad respectiva del menos inteligente de los individuos a quienes se desee que vaya dirigida. De esta suerte, es menester que la elevación mental sea tanto menor cuanto más grande sea la masa que deba conquistar. Si se tratara, como acontece con la propaganda destinada a llevar adelante una guerra, de reunir a toda una nación en torno a determinado círculo de influencia, jamás se podría poner suficiente cuidado en evitar un nivel excesivamente alto de intelectualidad.
La capacidad receptiva de las multitudes es sumamente limitada y su comprensión escasa; por otra parte, tienen una gran facilidad para el olvido. De modo que toda propaganga, para que sea eficaz, se debe limitar a muy pocos puntos, presentándolos en forma de gritos de combate repetidos hasta que el último hombre haya interpretado el significado de cada uno. Si se sacrificara este principio al deseo de presentar la propaganda bajo múltiples aspectos, esta perdería su efecto, ya que la muchedumbre resulta impotente para dirigir y asumir el material que se le ofrece; además se debilitaría, acabaría perdiendo su eficacia.
Aldof Hitler, Mi lucha. Fapa Ediciones, 2003, Barcelona. p. 70.
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